La mañana de ayer hice algo que quizás en otro momento de mi vida no habría hecho, me permití traer al presente a mi niña interior , la idea me pareció divertidísima, aunque el resto del día vino a convertirse en una gran tortura.
Estaba muy tranquila contemplando la naturaleza y un brincolín que estaba llamando mi atención, con un sutil -ven a divertirte-, mientras yo solo volteaba alrededor para ver si alguien me estaba mirando, como buscando cierta aprobación a mi loca idea de subirme a brincar en un juego de “niños”.
Lo miré por un tiempo y revisé los letreros buscando algún reglamento que indicara que no podían subirse los adultos; no lo había, pero seguí dudosa, busqué con la mirada algún encargado para preguntar si me podía subir, pero no encontraba a ninguno o quizás en el fondo no quería recibir una negativa.
Después de un rato de pensarlo vi como dos pequeñas se subían y eso me sacó la idea de la cabeza, aunque solo por un momento. No podía subirme mientras ellas estaban ahí, así que me senté bajo un árbol mientras pensaba, ¿Quién dice que por “brincar” como niños por un momento somos inmaduros? ¿Por qué no podría hacerlo si no estaría dañando a nadie?, hice un pequeño berrinche por sentir que me estaban negando la posibilidad de divertirme solo por ser adulta.
Cuando me di cuenta, las niñas se habían bajado y sin pensarlo corrí a subirme y empecé a brincar con un poco de miedo, fueron apenas unos 2 minutos cuando vi como uno de los chicos del lugar se acercaba, ya sabía lo que me iba a decir, así que solo paré y acepté el “disculpe, es que solo pueden subirse los niños”.
Dos semanas atrás había terminado una relación, por lo que estaba teniendo un par de días bastantes confusos, mis emociones y pensamientos fluctuaban constantemente sin lograr entenderlos. Cuando llegué a casa no puede contener las lágrimas y solo pude decir: “Debería existir un lugar en donde se nos permitiera volver a ser niños”, ese pensamiento me quebró llevándome a recordar mi niñez y a sentirme más triste aún.
Tengo pocos recuerdos bonitos de mi niñez y creo que por eso los había atesorado tanto, por el contrario, registré momentos de mucha angustia y miedo, no he visto alguna fotografía mía sonriendo y en mi interior me preguntaba porque una niña tan pequeña no sonreía.
Estaba navegando en un mar de emociones que no lograba entender, pasaba de la tristeza al enojo y luego a la aceptación como en modo bucle, quise llamar a mi psicóloga inmediatamente en un intento por entender qué sucedía, pero recordé que en la última sesión habíamos hablado sobre reconocer mis emociones y permitirme sentirlas, así que solo me dejé llevar y poco a poco fui sacando toda mi frustración, entendiendo y reconociendo a mi niña interior.
Siempre vi a mi papá como lo máximo, fui muy apegada a él desde muy pequeña, me sentía apoyada, cuidada, amada, conocía lo dura que había sido su vida y podía entender su dolor y cómo lo reflejaba en su vida diaria, de alguna forma podía sentir compasión por el, pero eso también me llevaba a justificar su comportamiento, por el contrario, a mi mamá la juzgaba en mis adentros por creer que no lo había apoyado lo suficiente.
Justo en ese mar de emociones recordé la cantidad de veces ,que cuando niña, sentí la angustia de ver llegar a papá a casa algo pasado de copas, nunca fue agresivo, pero la sola idea o el recuerdo aun me produce angustia, supongo que es un sentimiento que experimentaba mamá y que de algún modo lo transmitía.
De pronto sentí un enojo muy profundo hacia ella y me pregunté ¿Por qué no se fue?, por qué permitió que viviéramos ese estrés continuo, por qué dejó que una niña tuviera que vivir angustiada, por qué no hizo nada me preguntaba, yo merecía ser solo una niña sin preocupaciones.
Ahí estaba, al fin pude reconocerlo, no, mi infancia no fue totalmente feliz, como yo misma me había hecho creer, estuvo llena de angustia y miedo y esa es la verdad, no pude tener una niñez tranquila y llena de alegría como a todos nos hubiera gustado, sin embargo, he podido comprender que mis padres aun teniendo sus propios miedos y luchas emocionales, se esforzaron y actuaron conforme lo aprendido en su vida para protegerme siempre desde el amor, usaron las herramientas que ellos conocían tratando incluso de mejorar su propia historia.
Comprendo que en ningún momento actuaron con la intención consiente de lastimarme y de esta forma me permito perdonar sus errores reconociendo, que al igual que yo, son seres humanos imperfectos en constante crecimiento.
En alguna de mis relaciones anteriores, fui muy permisiva, dejé que poco a poco mi luz se fuera apagando aun cuando me daba cuenta de todo lo malo, aun cuando podía ver perfectamente todas las red flags yo decidí quedarme hasta romperme.
El enojo que yo sentí hacia mamá en ese momento no era más que un reflejo del enojo que sentía hacia mí misma por haber permitido tanto, por no irme a la primera, por aguantar, por traer de vuelta a esa niña asustada, por no haber cuidado de mi niña interior como me hubiera gustado ser cuidada.
Porque hoy aun cuando esa niña habita en mí ya soy una adulta, una adulta que puede hacerse cargo de ambas y tomar decisiones consientes.
La realidad es que cuando somos niños a veces nos toca hacernos cargo de cosas que no nos corresponden.
Los niños deberían estar ocupados siendo felices, aprendiendo y creciendo en un ambiente seguro y sano, pero cuando niños eso no lo podemos controlar, nos toca aceptar lo que vivimos y manejarlo como mejor nos resulte, porque tampoco nos enseñaron a gestionar nuestras emociones.
A esa edad no se tiene la madurez suficiente para entender todo lo que ocurre y lo único que queda es buscar un refugio seguro, a veces es nuestra imaginación, a veces un juego, una habitación o cualquier cosa que nos ayude a escapar de esa realidad que nos tocó vivir aun sin merecerla.
Lo bueno de todo esto es que, en este camino rumbo al amor propio, ahora puedo decirle a mi niña interior que es momento de salir de ese refugio, que ya no hay nada de que temer, que todo está bien y que ya no tiene que esconderse cada vez que siente miedo.
Hemos crecido y esta vez hay una adulta consciente y responsable a cargo que la va cuidar y proteger por sobre todas las cosas y la mejor parte es que aun podemos divertirnos.
Ahora yo estoy a cargo.