El perdón y el amor propio están profundamente conectados, ya que ambos son esenciales para nuestra sanación emocional y crecimiento personal. Aprender a perdonar es un acto de compasión y aceptación que nos libera de cargas del pasado, permitiéndonos avanzar con mayor paz interior.
Ayer por la noche mientras curioseaba en TikTok me atrapó un reel de uno de los capítulos de la serie Merlí, nunca la he visto, pero constantemente me aparecen fragmentos de ella en redes sociales, la mayoría me hacen detenerme a pensar, pero este particularmente llamó mi atención.
Iniciaba cuestionando ¿Cuáles son los límites del perdón?, en clase, el grupo leía un texto en el que se debatía sobre si se debía perdonar a un Nazzi que había matado a cientos de niños, el cual estaba siendo juzgado por el crimen cometido.
En la historia, el fiscal lo retrataba como un moustro al servicio de una secta criminal, mientras Hannah Arendt, quien había asistido al juicio, lo definía como un hombre normal, argumentando que cualquier persona bajo la misma situación y condiciones, podría haber hecho lo mismo. De tal forma que exponía su postura:
“El mal puede venir que cualquier persona que se deja llevar por cualquier ideología dominante sin preguntarse ni cuestionarse nada.”
Me pareció muy acertado, ya que cuando estamos por hacer algo incorrecto, hay un momento en el que deberíamos detenernos a pensar no solo en el beneficio o daño que esa acción puede traernos a nosotros mismos, si no también a los demás.
Actuar impulsivamente o sin plena conciencia es uno de los errores más comunes que podemos cometer, ya que casi siempre surge de emociones, miedos o sentimientos no procesados.
Con el tiempo, he llegado a comprender que nuestros sentimientos no deberían ser los que determinen nuestro destino; son nuestras decisiones las que realmente lo forjan. No obstante, también he aprendido que la mayoría de las veces, nuestras acciones están influenciadas por lo que hemos aprendido desde la infancia.
Las circunstancias de nuestro entorno nos han llevado a adoptar ciertos comportamientos o a desarrollar mecanismos de defensa para afrontar nuestra realidad de la mejor manera que sabíamos.
Esto implica que, en algún momento de nuestras vidas, todos actuamos de manera reactiva y poco consciente, lastimando a otros sin intención. Comprender esta realidad es precisamente lo que nos abre la puerta al perdón, permitiéndonos aceptar nuestras imperfecciones y las de los demás.
El perdón, desde mi perspectiva, es un acto profundo de amor propio. Significa liberarte de cargas emocionales, rencores, resentimientos y pensamientos intrusivos. Perdonar es, en esencia, una búsqueda de paz interior y sanación personal.
Sin embargo, es importante aclarar que perdonar no implica necesariamente buscar una reconciliación si esta no es deseada. Otorgar perdón a alguien no garantiza un cambio en esa persona, por lo que, si decidimos reconciliarnos, debemos ser conscientes de que las dinámicas pueden no ser diferentes.
El perdón es, ante todo, un regalo que nos damos a nosotros mismos.
Perdonar no es un proceso único; depende del impacto emocional y de las circunstancias de cada situación.
Desde mi experiencia, estas son tres formas comunes de perdonar, cada una adaptada al nivel de afectación y al contexto del vínculo:
1. Perdón con Reconciliación
Este tipo de perdón implica no solo liberar resentimientos, sino también elegir mantener, renovar o transformar la relación. Se da cuando reconoces un arrepentimiento genuino y un compromiso real por parte de la otra persona para trabajar en sí misma y mejorar. Es una apuesta por el crecimiento mutuo y el fortalecimiento del vínculo.
2. Perdón con Distancia
Aquí decides perdonar, pero también tomar distancia porque consideras que el vínculo no es saludable. Aunque la otra persona pueda haber reconocido su error, la falta de intención para cambiar o transformarse hace inviable la relación. Es un acto de amor propio, ya que priorizas tu bienestar emocional al soltar lo que no aporta positivamente a tu vida.
3. Perdón por Misericordia
Este es, sin duda, el más desafiante. Es el perdón que otorgas por el simple deseo de vivir en paz, aun cuando la otra persona no muestra arrepentimiento e incluso continúa con intenciones de herir. En este caso, el perdón no es para el otro, sino para liberarte a ti mismo de las cadenas del resentimiento, comprendiendo que quienes dañan sin reparo suelen estar profundamente heridos.
El proceso de perdonar no es lineal ni fácil, pero siempre es una decisión poderosa que nos libera y nos ayuda a avanzar. Cada forma de perdón tiene su lugar, y reconocer cuál necesitas aplicar en cada situación puede marcar la diferencia en tu bienestar emocional y mental.
Existe un último tipo de perdón, que es indispensable para la plenitud, el más importante de todos y que es clave fundamental en el proceso de transformación, el auto-perdón.
Casi siempre justificamos las acciones de los demás, pero cuando se trata de nosotros mismos, solemos ser nuestros jueces más severos.
Recuerdo que, al salir de una relación tóxica, solía hablarme con dureza. “¡Qué tonta!”, me decía, y ese era quizá uno de los insultos más suaves que me dirigía por haber tolerado malos tratos o por tomar decisiones que sabía que no eran las mejores.
No podía perdonar a esa versión de mí que, en el pasado, carecía de las herramientas emocionales necesarias para manejar las situaciones de otra manera.
Repetía patrones porque era lo conocido, lo que funcionaba como un mecanismo de defensa para proteger a esa niña herida y asustada que llevaba dentro. Sin darme cuenta, la castigaba por sus errores.
El auto-perdón no es inmediato ni sencillo; es un camino que nos obliga a enfrentarnos a nuestras heridas más profundas. Es destapar capas de dolor, entender por qué hemos actuado como lo hicimos y reconocer nuestra propia oscuridad.
Aunque es un proceso que puede ser desgarrador, también es increíblemente sanador. Poder mirar a tu yo del pasado y decirle:
“Te perdono. Te perdono porque sé que no sabías hacerlo de otra manera. Lo hiciste lo mejor que pudiste con las herramientas que tenías. Hoy reconozco que estás intentando sanar, crecer y convertirte en una mejor versión de ti misma.”
El auto perdón, es muy reconfortante, es una reconciliación contigo mismo que nos libera del peso del juicio constante, de forma que logramos entender que merecemos lo mejor y solo lo mejor.
Aceptar nuestras fallas como seres humanos imperfectos haciéndonos responsables nuestras acciones, es quizá el impulso más necesario para un nuevo inicio, más sano que solo es posible con compromiso y voluntad, adquiriendo más y mejores herramientas para enfrentar la vida.
En este proceso hacia el amor propio, inevitablemente cometeremos errores, nos lastimaremos y también heriremos a otros. Esto sucede porque, mientras sigamos actuando según lo aprendido, según nuestros miedos, continuaremos siendo esclavos de esa versión de nosotros mismos que no ha asumido su responsabilidad. Una versión que, en el fondo, sigue sintiéndose culpable, y la culpa, cuando no se resuelve, trae vergüenza, y la vergüenza termina por afectar nuestra identidad.
De alguna manera, todos sabemos cuándo algo no está del todo bien, pero preferimos no verlo. Es más fácil seguir repitiendo patrones conocidos, quedarnos en la comodidad de lo familiar y dejarnos llevar por esas ideologías dominantes, como lo mencionaba Hannah Arendt, antes que enfrentar el dolor que implica asumir nuestra oscuridad y los daños que hemos causado. Tenemos miedo de confrontar nuestra propia historia.
Pero, mientras las heridas sigan abiertas, no solo continuaremos dañándonos a nosotros mismos, sino también a quienes nos rodean, incluso a aquellos que decimos amar. Y digo “decimos” porque sin amor propio no es posible amar de manera genuina y saludable.
El amor verdadero comienza desde adentro, al reconciliarnos con nosotros mismos y sanar las raíces de nuestras emociones más profundas. Al hacerlo, no solo liberamos nuestro pasado, también abrimos la puerta a relaciones más saludables, auténticas y libres de patrones destructivos.
¿Te has preguntado qué pasos podrías dar hoy para empezar a perdonarte? Comparte tus reflexiones en los comentarios o guarda este artículo para releerlo cuando lo necesites.
Si te ha inspirado, compártelo con alguien que esté buscando sanar su relación consigo mismo y empezar un camino rumbo el amor propio. ¡El primer paso puede ser más fácil de lo que crees!