Desde pequeños nos enseñan que tenemos que buscar el amor, a nuestra alma gemela, alguien que nos complemente; la realidad es que no existe en el mundo una persona que puede completarnos o mejor dicho llenar nuestros vacíos, ya que al admitir una complementación estamos aceptando no sentirnos completos una total falta de autoestima.
Cuando nos preguntan ¿Cómo sería tu pareja ideal? Solemos pensar en una lista interminable de cualidades que sin duda son importantes, pero en ocasiones pareciera que estamos buscando la perfección, vamos de relación en relación buscando algo que bajo esa perspectiva jamás vamos a encontrar, puesto que no existe alguien perfecto.
Lo que en realidad deberíamos esperar es aquella persona que nos acepta por completo y nos impulsa a crecer, esa persona con quien podamos compartirnos totalmente sin miedo a ser juzgado, burlado, rechazado, alguien con quien compartir nuestras alegrías, nuestras dolencias, proyectos, objetivos y que quiera de igual forma compartir todo eso contigo, bajo un esquema de valores similares.
Alguien que, conociendo todas debilidades, tus heridas y cicatrices, decide no tocarlas como un acto de amor verdadero, esa persona que confía en ti pero que no te idealiza y es consciente de que como ser humano tendrás tus altas y bajas e incluso en esos momentos decida estar contigo, no como un salvador si no como un compañero de batallas.
Solemos confundir el amor con la obligación de darle al otro lo que necesita y la realidad es que a veces ni siquiera ellos mismos saben qué es lo que están necesitando, basta con ser escuchados y tener la certeza de que hay un apoyo en el proceso.
Nos han creado el paradigma de que para estar completas necesitamos una pareja como si no fuéramos suficientes por si solos, como si estando solteros no estuviéramos completos y sucede que es justamente estando solos, en completa paz, cuando podemos descubrirnos y entender el tipo de compañero de vida que queremos tener.
No se busca un amor que complemente, si no un amor que acompañe, que motive, que inspire, no se busca un amor que rescate, si no uno que escuche, que apoye, que impulse, no se trata de buscar ese amor sin el que no podrías vivir, si no de ese amor que no necesitas para nada pero que quieres para todo, ese amor que te hace querer volver todos los días porque es un refugio seguro en el que te sientes en paz en este mundo en donde a veces todo parece ser caótico.
Solemos perder el tiempo castigándonos o reprochándonos los errores cometidos en relaciones pasadas, nos volvemos esclavos de los falsos amores tratando de “compensar” lo que hicimos o peor aun lo que otros hicieron, nuestro trabajo como adultos es reconocer que en ese momento actuamos con forme a las herramientas y conocimientos que teníamos.
Debemos aceptar, agradecer y ver nuestros errores como una forma de aprendizaje y evolución que nos permita evitar repetir viejos patrones, elegir a nuestras parejas de una forma consiente y lo más importante aún, sin pretender cambiarlas puesto que terminaremos frustrados en el intento.
Así que, si estás en una relación esperando que la otra persona cambie, es un buen momento de preguntarte si estás dispuesta a aceptarla tal cual es y continuar desde otra perspectiva o bien soltarla y descubrir con qué tipo persona realmente quieres para compartir tu vida.
Sin perder de vista que, con esto, también le estarás dando la oportunidad a la otra persona de encontrar a alguien que respete sus procesos y con quien si pueda sentirse completamente aceptada, valorada y amada.