El camino hacia el amor propio no es fácil ni lineal. A menudo, enfrentamos momentos de dolor emocional y resistencia interna mientras intentamos sanar viejas heridas y desmantelar creencias limitantes. El dolor es inevitable en el proceso de crecimiento personal, pero al enfrentarlo y transitarlo, podemos alcanzar una verdadera sanación emocional. Abrazar tu lado más vulnerable te ayudará a transformarte y a experimentar el amor propio en su forma más auténtica.
Ya no me preocupaba por lo que los demás pensaran sobre mí, me cuestionaba más sobre cuál era esa parte “mala” que cohabitaba en mi interior, qué debía cambiar de mí misma, esta vez consciente de que era yo la única responsable de hacerlo; pero cuáles eran esas partes de mí que tenía que modificar, había pasado muchos años escondiendo mis sentimientos e intentando controlarme, activando mis mecanismos de defensa para evitar sentir el dolor.
Sabía que había logrado avanzar mucho, me aceptaba incluso con esas partes que no me gustaban, las opiniones de terceros ya no me afectaban; pero entendía que lo que seguía iba a ser aun más desafiante, conocerte por completo implica ver tu lado oscuro, y el reconocerlo conlleva un reto: el de aprender a dominarle, para no seguir lastimándonos tanto a nosotros como a terceros, al reconocer ese lado “malo” adquieres la total responsabilidad de lo éste que pueda llegar a causar.
Hacerte responsable implica actuar de una forma diferente, buscando un cambio real, a dónde me estaba llevando todo este proceso, apenas iniciaba y el dolor ya era inminente.
Últimamente se habla mucho del amor propio y lo bonito que es, pero poco se dice de todo lo que hay que atravesar para acercarnos un poquito más a la meta, pocos hablan de lo doloroso que puede ser transitar por un proceso de reconstrucción; tanto emocional como físicamente.
Solemos tener ciertos mecanismos de defensa para no enfrentar el dolor, aunque estos casi siempre terminan haciéndonos más daño, y una vez que eres consiente de ello evitar actuar de esa forma puede llegar a ser muy tormentoso, vulnerarnos no es sencillo pero sabemos que soportar el dolor no te hará más fuerte.
Me gusta hacer la analogía del proceso como el de un adicto que en cuanto empieza a sentir algún tipo de malestar recurre a la sustancia “mágica” trayéndole alivio temporal que lejos de sanarlo lo va hundiendo poco a poco, ¿Alguna vez han visto a un adicto durante un proceso de desintoxicación?; pues temo decirles que el camino rumbo al amor propio no es muy diferente.
Comencemos por un supuesto sencillo que estoy segura a la mayoría nos ha pasado, aprender a disfrutar nuestra soledad a convivir con nosotros mismos; yo personalmente admito que no me gustaba estar sola.
Poco a poco he ido sanando esa herida, que me hacía creer que estar sola era sinónimo de infelicidad o tristeza, sin embargo, bajo esta idea, a quién le gustaría ser infeliz o sentirse triste cuando podría evitarlo fácilmente. Este paradigma me llevaba a aceptar cualquier invitación o propuesta que implicara tener compañía aun cuando ni siquiera lo disfrutara, algo así como tomar un vaso de vinagre para calmar la sed.
Imagina lo difícil que es cambiar esos hábitos, esos comportamientos teniendo que romper en tu mente con una idea con la que has vivido por más de 30 años, la ansiedad que se genera cuando empiezas a hacerle frente a esos miedos y el sobrepensar desmedido que los ansiosos conocemos.
Quienes han experimentado esto, saben que es muy desgastante, hay cansancio, dolor físico, temblores repentinos como si todo tu cuerpo vibrara, una presión constante en el pecho y si pones un poco más de atención te das cuenta que apenas y respiras, el aire no entra, tienes malestar estomacal todo el tiempo y un dolor en el abdomen como si te hubieran golpeado, tensión en la espalda, hombros, cuello y unas ganas de llorar que a veces ni siquiera logras entender de dónde vienen.
Y solo tienes dos opciones, recurrir a la única medicina que conoces, que te ofrece un alivio inmediato pero efímero; lo mismo de siempre lo que has hecho durante muchos años que ya sabes cómo va a terminar o bien, rendirte, aceptar y transitar el dolor.
Tal como el adicto que busca rehabilitación, la ayuda es indispensable, el acompañamiento es siempre benéfico y hace que el proceso sea más llevadero.
Buscar ayuda no es sinónimo de debilidad, por el contrario, como ya lo mencionaba anteriormente, es de valientes ser vulnerables. El proceso no es lineal y seguramente habrá recaídas, altas y bajas, en cuyo caso una mano extra para levantarse no cae nada mal, así que si estás en tu proceso no dudes en buscar apoyo, siempre en las personas correctas.
Una vez que logras atravesar esto, porque sí, si lo lograrás, comienzas a darte cuenta del tremendo daño que tu “sustancia mágica” te estaba haciendo.
Incluso por un tiempo me sentí un poco triste al comprender cómo aquello que más deseaba era lo que más daño me había hecho, es triste ver cómo nos volvemos adictos a lo que nos mata el alma, solo por que creemos que es lo mejor. Hemos vivido bajo esa droga toda nuestra vida que cuando nos la quitan no sabemos qué hacer, sentimos que nos morimos, incluso llegamos a considerar como un acto de amor propio el recurrir a esa sustancia, pero no, el amor real, el amor propio no duele, sana.