Una de las cosas que más disfruto y que me sirve como terapia, es nadar, la sensación de libertad una vez dentro del mar es tan pacífica que me permite olvidarme de todo y concentrarme solo en mí, ahí en medio sintiéndome segura, libre, fluyendo con la marea es donde logro escucharme mejor.
Cada sábado por las mañanas suelo cruzar un pequeño tramo de la orilla a un morro, desde el cual puedo admirar la belleza del mar y los amaneceres que tanto me gustan, había dejado de hacerlo por más de año y cuando volví pensé que sería muy pesado, nunca dudé de llegar, pero sí pensaba que tardaría más de lo habitual y que probablemente me cansaría mucho.
Para mi sorpresa no fue así, una vez que empecé a nadar no paré, repitiéndome en mi interior, tú puedes llegar, siempre has podido y así fue, llegué más rápido de lo que esperaba y además sin sentir algún signo de cansancio o desgaste muscular. Entendía que lo único que nos limita son nuestros pensamientos, nunca dejé de ejercitarme, la condición la tenía, lo que había perdido era la confianza en mí.
Pasaba por días complicados y lo único que quería era estar en mi lugar seguro. El contacto con la naturaleza es vital para mí, hay personas que necesitan hablar, otras congregarse, algunas más informarse, leer, etc. pero en mi caso encuentro respuestas estando en contacto con la naturaleza. Ese día subí a la punta del morro y me quedé sentada por un largo tiempo mientras contemplaba la hermosa vista, me cuestionaba tantas cosas y preguntaba a Dios, ¿Qué es lo que no estoy entendiendo?, en ese momento me sentía realmente perdida y sentía una necesidad de entender qué estaba pasando.
De repente una pareja de libélulas se cruzó frente a mí y por un momento me sacó de mis pensamientos, yo disfrutaba verlos y pensaba, qué hermosa pareja, mientras danzaban juntos frente a mí. Las libélulas siembren me han resultado místicas e incluso de buena suerte, sin embargo, aun viéndolas el pensamiento volvía a mi mente– ¡Qué no estoy viendo!
A manera de hastío me dejé caer en la roca, tumbando mi cuerpo hacia atrás, ya no podía ver a la pareja de libélulas, en su lugar pude ver toda una bandada de ellas.
Debo admitir que no pude contenerme y se me rodaron las lágrimas, de pronto todo fue tan claro, había estado concentrándome sólo en un par de cosas, cuando hay muchísimo más por disfrutar y por lo cual estar agradecidos, había pasado tanto tiempo enfocándome en lo que deseaba y no tenía, que me había olvidado de todo lo que ya me ha sido dado, como si fuera magia, la bandada de luciérnagas me envolvía, estaban tan cerquita de mi que casi podía tocarlas, la sensación fue muy bonita y al día de hoy me sigue conmoviendo mucho.
Perdemos tanto tiempo buscando, anhelando lo que deseamos, nos frustramos y sufrimos por no poder tenerlo que dejamos de disfrutar lo que si tenemos, lo que realmente vale la pena, no es que no debamos de esforzarnos por conseguir lo que queremos, no, por el contrario hay que hacerlo y hacerlo bien, sin embargo la vida no está bajo nuestro control, las cosas no siempre saldrán a nuestro favor y no es algo que podamos controlar, lo que podemos es elegir cómo queremos reaccionar cuando algo no va como nos hubiera gustado, porque el tiempo es finito y no debemos gastarlo sufriendo por lo que no es, por lo contrario hay que aprender a disfrutar hasta el más mínimo detalle, alguna vez te has preguntado ¿Cuáles son las pequeñas cosas que disfrutas tanto que te llenan de vida y que además son gratis?.
Esas pequeñas cosas deberían ser parte de nuestro día a día, me parece indispensable conocernos a nosotros mismos, saber en dónde o de qué manera conectamos con nuestro interior, soy fiel creyente de que las respuestas siempre están dentro de nosotros mismos y en la medida que más nos permitamos conocernos seremos más capaces de escucharnos.
Vivimos en una búsqueda constante de respuestas, queremos que alguien más venga a decirnos qué hacer, cómo hacerlo, cómo sentirnos o cómo dejar de sentirnos, queremos saber las respuestas de forma inmediata y si alguien más nos las dice optamos por creerlas para evitarnos el mal rato esa sensación de no saber, porque para ser honestos es abrumante y desgastante; sin embargo hay cosas que simplemente no tendrán una respuesta inmediata y no importa, todo lo que queda es continuar, fijar tu mirada en lo que sí es importante, creo que nuestro cuestionamiento al buscar respuestas debería ser